¿Por qué seguir?

Algunas veces, en medio de dificultades, nos formulamos la pregunta ¿realmente vale la pena? ¿Para que continuar? Parece, en ocasiones, que nada tiene sentido. Algo así les sucedió a los amigos de Jesús cuando vieron que sus palabras eran muy duras. Sin embargo, no deberíamos perder la esperanza, que no supone seguir adelante por que si. Más bien se trata de una esperanza basada en la alegría, en la felicidad de sentirse satisfecho porque se está en la senda correcta. 

Hoy las desmotivaciones son otras. Hay mucha presión social contra el fenómeno religioso. Existen otros atractivos interesantes que nos distraen. La sociedad nos «impone» unas condiciones que son difíciles de rechazar. No estamos en consonancia con el mundo que nos rodea donde lo religioso, para algunos, debe salir fuera de lo personal y social. Ante esta realidad hay que reiterar la pregunta ¿por qué seguir? Cuando cansa vez son menos los cristianos, cuando hay persecuciones impunes, cuando lo que queda de lo religioso se asocia mas con ritos sociales que con lo esencial de la fe cristiana. 

Se debe seguir y sigo sencillamente porque mi voz interior dice que voy en el camino correcto. No hay disonancia entre lo que pienso y siento y lo que hago. Debemos seguir porque esta sociedad necesita de personas valientes capaces de dar una mano a quien lo necesite, de ayudar de amar. Deben existir profetas que anuncien una forma distinta a lo que impera en el conjunto de la sociedad. Deben existir personas felices que denuncien que las cosas no se están haciendo bien, que hay otro camino basado en el amor, La Paz, la alegría… Hemos de seguir, sobre todo, porque así lo hemos de sentir en nuestro corazón y porque hace falta miles de testimonios de amor que cambien este mundo tenido de rencores. 

Comunidad

No cabe ninguna duda que todos nos necesitamos. Afirman, con razón, los especialistas que la raza humana es una de las que precisa cuidados específicos durante los primeros días de vida sin los cuales no podríamos subsistir. De esa manera necesitamos de nuestros familiares o de alguien que nos alimente en las primeras etapas de vida. Precisamos de otras con las que aprendemos las normas de comportamiento y lo que está bien y mal, luego nos socializamos, disponemos de normas de convivencia y así hasta realizar una lista inmensa de la que se desprende que nos necesitamos unos a otros. Vivimos en comunidad. 

Con FE de Felicidad

No es fácil creer. Hoy no está de moda. No se valora la confianza. Las relaciones se establecen por interés, por intenciones, nadie da cosas a cambio de nada. Confiar no está en el diccionario habitual. Seguramente porque algunas personas nos han traicionado o porque otros intentan aprovecharse de la buena voluntad. Sin embargo, hoy la frase es otra: «Quien crea se salvará», por tanto hay un problema. No es fácil creer. Nadie cree en nadie. 

Lo que nos llevamos…

Cada vez que alguien reflexiona sobre el sentido de la vida, surge la pregunta ¿Qué te vas a llevar de este mundo? El dinero acumulado, no. Las propiedades tampoco. Los títulos, reconocimientos y premios, menos. Así, ¿Qué nos llevamos de este mundo? Algunos dirán que, si nos llevamos algo, será lo relacionado con los sentimientos. Todo aquello que amamos, sentimos, entregamos, vivimos… Pero nada de lo material se irá, sino que se quedará en este mundo. Entonces, la pregunta es obvia: ¿Por qué no dedicamos todo nuestro esfuerzo a los sentimientos y la espiritualidad?