Salir, comenzar nuevos caminos

Vivimos cómodamente. Tenemos el mando de la tele, una buena conexión a internet, tenemos alimento. Así que estamos bien. Nos hemos acostumbrado a la comodidad. Nos gusta la “zona de confort” que dicen ahora. Llevamos ya en nuestro ADN, el estudiar, tener un buen trabajo y vivir bien. Disfrutar de la vida y poco más. Sin embargo, una vida así es monótona, triste aburrida.

Estamos en salida misionera. Desde muchos frentes se nos invita a comenzar nuevos caminos. Precisamente, tomando la frase del evangelio de hoy se nos pide que salgamos. “Vayan a hacer discípulos a todas las gentes bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándole todo lo que yo he mandado”. Lo cierto es que no estamos yendo demasiado lejos. Nos hemos acomodado. En general, estamos muy tranquilos en nuestra zona de tranquilidad. Vivimos tranquilamente, cómodamente, nos conformamos con lo que tenemos, mientras todo funcione.

Los amigos de Jesús cuando escucharon aquel mensaje no se quedaron en casa. No se volvieron a sus quehaceres diarios e iban a misa los domingos. Entendieron aquel mensaje como algo que había que hacer, no podìan quedarse quietos. Algo tendría que cambiar. No se trata sólo de acudir a otros lugares con el mensaje explícito de la muerte y resurrección de Jesús, que era lo que contaban los apóstoles, sino de hacer algo diferente, cambiar.

Ese mandato ha de suponer un cambio en nuestra vida. La ascensión y pentecostés debe cambiarnos. Debe hacernos caer en la cuenta de la codició de nuestra fe. No sirve quedarse calentitos en casa. No sirve sólo con cumplir el precepto dominical, sino que algo tiene que transformar nuestra vida y precisamente, estamos en unos días en los que debemos recordar ese mandato y esa misión. Porque además hemos de tener la certeza de que Él está Ono nosotros. No estamos solos en nuestro día he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Ahora sólo falta creerlo y ponerlo por obra.